Es altamente preocupante escuchar las propuestas que anuncian los dos candidatos de la oposición a nivel nacional que más votos obtuvieron en las PASO.

Ambos modelos pretenden avanzar con una reforma laboral a la baja, para retroceder más de cien años en derechos y conquistas obreras, y llevarnos a un tipo de relación de trabajo cercana a una especie de esclavitud laboral moderna. Yo diría a la Uberización del trabajo.

Durante los cuatro años de macrismo, con distintas estrategias, es decir, primero por medio de un proyecto macro de reforma laboral y luego, presentando dicha iniciativa legislativa integral pero por separado, a través de varios proyectos de leyes, se intentó flexibilizar las distintas actividades.

Esto no prosperó, por varios motivos.

En primer lugar, para hacer una reforma laboral como se quiso, previamente, se debería haber realizado una reforma constitucional. Caso contrario, a través de acciones judiciales, de ser aprobada la misma, sin lugar a dudas hubiera sido declarada inconstitucional.

En segundo lugar, no tenían los números en el Congreso para su aprobación.

En tercer lugar, hubo una notable resistencia sindical, encabezada por sindicatos integrantes del Frente Sindical.

Ambas fuerzas políticas, pretenden hacerle creer a la ciudadanía y especialmente al pueblo trabajador, que sus ideas sobre las normas laborales y el mundo del trabajo en nuestro país, en caso de ser cualquiera de ellos Presidentes, son las más superadoras. Que las trabajadoras y trabajadores vivirán mejor, y que ganarán más.

Todo lo contrario.

Ambas fuerzas políticas, demuestran discursivamente tener un gran desprecio por la actividad sindical, que es la prmer línea de defensa que tienen quienes trabajan.

Ambas fuerzas políticas se refieren al sindicalismo como lo peor que existe. Si bien puede haber casos de dirigentes sindicales con pésima imagen pública (y hasta de su propio gremio), hay muy buenos sindicalistas (mujeres y hombres), que hacen su labor muy bien, que tienen el mismo nivel de vida de sus representados, que no perdieron ningún derecho o conquista laboral histórica durante su mandato, que obtienen muy buenas paritarias y que justifican el lugar que ocupan dentro de la propia estructura gremial.

Para los tiempos que vienen por delante, los sindicatos van a necesitar estar conducidos por dirigentes que no estén condicionados política o judicialmente y/o por otros motivos o razones.

Tendremos que contar con personas capacitadas, preparadas y apostar a la renovación dirigencial, y sobre todo generacional, a pesar que aún existan casos de sindicalistas que están en edad de jubilarse y asimismo, pretenden continuar ocupando cargos en la organización gremial, creyéndose imprescindibles (cuando nadie lo es).

La clase trabajadora debe hacerle entender a ambas fuerzas políticas, que no nos representan. No están del lado de los trabajadores. Ambos modelos de países, atrasan en materia laboral, van en contra de lo que queremos y aspiramos no solo para nosotros, sino también para las próximas generaciones.

Ahora también habrá que hacerle saber a quienes dicen ser peronistas, que en muchos casos se debe dejar de usar el sello y la historia de un partido político que representó en todas sus acciones a la clase obrera nacional. Habrá que hacerles entender que se debe volver a hablar de Perón y de Evita. Habrá que hacerles entender que el peronismo verdadero, tiene que recuperar la cultura del trabajo, y paulatinamente ir dejando de lado los planes sociales.

Habrá que hacerles entender, que el modelo económico que se anuncie, debe ser peronista de principio a fin. Han pasado muchos gobernantes en el poder, que han dicho ser peronistas, pero en gestión demostraron todo lo contrario.

En las próximas elecciones presidenciales, la clase trabajadora también debe enviar un mensaje claro y contundente a los candidatos de la flexibilización laboral: "La Argentina, no es una empresa que se debe gobernar con una planilla de Excel".