Es un orgullo para muchos trabajadores argentinos, disfrutar de ciertas mejoras que tenemos en la actualidad y desde hace tiempo, fundamentalmente gracias a las viejas luchas obreras que se realizaban para obtener mejores condiciones de trabajo, nuevos derechos laborales y conquistas.

En aquellas épocas, los sindicatos no estaban tan politizados como en la actualidad, las luchas de la clase trabajadora no se condicionaban a resultados electorales, se buscaba exclusivamente el beneficio de los laburantes, y a muchos dirigentes gremiales no solamente eso les costó persecuciones, torturas, sino que hubo casos en los que les terminó costándole hasta la propia vida.

Faltan nuevos liderazgos en el movimiento obrero, menos dependencia política y más gestión para las bases.

Es necesario replantearse muchas cosas, aprender de los errores que se han cometido para mejorar, y sobre todo volver a los viejos valores que nos transmitieron nuestros antecesores.

Nos pasa a muchos jóvenes que venimos recorriendo la vida gremial, que a veces somos tildados de destituyentes o golpistas por el simple hecho de aspirar a llegar a la conducción de sindicatos, que vienen siendo conducidos por dirigentes que desde hace décadas se atornillaron a cargos de consejos directivos.

Existe la obligación de encarar a través de los medios legales de reclamos (huelga, presentaciones administrativas y judiciales, entre otras), y sobre todo de forma contundente,  la lucha para lograr la eliminación de la categoría cuarta del impuesto a las ganancias (no hay que pedir jamás la suba del mínimo no imponible, porque eso solo deriva en reconocer que el salario y la jubilación sí son ganancia, cuando en la realidad no lo son); exigirle al gobierno nacional como a los provinciales planes de vivienda populares, para dar solución habitacional a la clase trabajadora (que quiere pagar su casa y no que se las regalen); fortalecer las obras sociales sindicales y dar por finalizadas las intervenciones de las mismas para que sean administradas adecuadamente por los propios trabajadores; lograr mejoras salariales reales para el bolsillo de los trabajadores impidiendo que la inflación se termine devorando las sumas acordadas en las paritarias; formar a los mejores cuadros de futuros dirigentes “dejando de lado los amiguismos”, y capacitar a los delegados para que sean pequeños secretarios gremiales que colaboren directamente con el propio sindicato; impulsar mejores leyes jubilatorias y no permitir bajo concepto alguno que les metan las manos en los bolsillos a los jubilados; alcanzar la sanción de mejores leyes laborales, y estar al lado incondicional de las bases; entre otras.

Es por ello, que considero que es muy bueno recordar todos los logros que se obtuvieron en el pasado; pero es el deber actual mejorar y seguir luchando, para mejorar día a día la calidad de vida de quienes trabajan.

Es una tarea fundamental de quienes conducen los distintos sindicatos, con el acompañamiento del gremio en su conjunto para lograrlo.

La historia ha demostrado a lo largo del tiempo, que las grandes conquistas obreras sólo se consiguieron a través de la lucha, y no por ser seguidores u obsecuentes de políticos de todos los signos partidarios.

Como dijo un histórico dirigente gremial de nuestro país: "No hay peor lucha, que la que se abandona".