Los últimos ocho años, sin lugar a dudas, fueron los peores para quienes trabajan en la Argentina.

Desde el inicio del Gobierno Nacional anterior, se implementaron una gran cantidad de medidas que nos revelan que estuvimos ante una clase política gobernante con una mirada antiobrera.

Lo demuestra, por ejemplo, uno de los principales incumplimientos de las promesas de campaña. Hablamos del compromiso que el presidente Mauricio Macri asumió, cuando dijo que los trabajadores en su gobierno no pagarían más Impuesto a las Ganancias.

No sólo no cumplió, sino que aumentó la cantidad de asalariados que pagan este tributo injusto y regresivo.

También se estigmatizó a los trabajadores estatales, tildándolos de “vagos” o de “ñoquis”.

Se estigmatizó a los abogados laboralistas, atribuyéndoles el formar parte de una industria de los juicios.

Se estigmatizó a los sindicatos y a los verdaderos dirigentes gremiales, que luchan por sus afiliados.

Buscaron poner techos a las paritarias.

Consintieron que existan actividades (estatales y privadas), en las que los trabajadores no tuvieron paritarias.

No intervinieron en los casos de evidentes violaciones de derechos previstos en leyes nacionales y en disposiciones de la propia Constitución.

Insistieron permanentemente, en que se trate y se apruebe una reforma laboral. A través de ella se buscaba flexibilizar las condiciones de trabajo, recortar derechos y conquistas, debilitar las organizaciones sindicales y, en definitiva, llevarnos a la era de hielo en materia laboral (una especie de esclavitud moderna).

Fueron despedidos miles de trabajadoras y trabajadores, tanto estatales como privados, y no se arbitraron medidas para suspender por un tiempo los despidos.

Su modelo de país es más bien agroexportador, y dirigió gran parte de sus medidas para beneficiar a los ricos, a los sectores más acomodados de la Argentina.

Su modelo no tiene entre sus prioridades lograr una mayor industrialización, ni apoyar y asistir a las Pyme, que son las que más trabajo generan desde hace años, ni apostar a la producción nacional, ni estimular el mercado interno, ni mejorar el poder adquisitivo de los ciudadanos para que vivan con dignidad.

En esos tiempos, se observaron casos de organizaciones sindicales que cumplieron con su función de modo eficiente (paritarias dignas, nuevos derechos y conquistas; administración de su propia obra social sin intervenciones; capacitación, entre otras cosas), como Camioneros, la Bancaria, Aceiteros.

También hubo quienes consintieron la flexibilización laboral en su actividad, quienes fueron serviles, y quienes fueron cómplices del poder político. Hoy sus representados, aún están pagando los costos de esa traición de su dirigencia sindical.

Es importante remarcar que ese Gobierno Nacional, fue acompañado en muchas de sus acciones por gobiernos provinciales (incluidos algunos de distinto signo político), lo que fue muy lamentable, porque la ciudadanía y los trabajadores no esperaron esa actitud de ellos.

El Frente gobernante actual, ha sido todo un fracaso desde lo social, económico, y político.

Frente a este cuadro de situación, 2023 nos ofrece la posibilidad a los trabajadores argentinos, de elegir gobernantes que impulsen un modelo de Nación que apunte reindustrializar la Argentina nuevamente.

Será el momento de votar a gobernantes que reconstruyan el país.

Será el momento de votar a gobernantes que le devuelvan la justicia social y el derecho a la movilidad social ascendente a quienes trabajan.

Pero, sobre todo, debemos mandar un claro mensaje a quienes aspiren a llegar a cargos ejecutivos nacionales (también provinciales y municipales): nunca más gobiernos antiobreros.

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