Mar del Plata: despidos encubiertos y salarios de hambre en Textilana, la empresa proveedora de la marca Kosiuko

El colapso del sector textil golpea a las fábricas del interior y deja a cientos de trabajadores en la incertidumbre. En Mar del Plata, Textilana atraviesa una crisis profunda con cesantías silenciosas, precarización y sueldos por debajo de la canasta básica. "Sentimos que estamos muy solos, pero no queremos rendirnos", afirmó una delegada.

Lunes, 28 de julio de 2025 19:12

La industria textil argentina sufre en 2025 una de sus peores crisis en años. En los primeros cinco meses del año, el gasto en ropa importada aumentó un 136%, alcanzando niveles históricos. Esta apertura indiscriminada generó una caída del 14% en la producción de hilados y del 26% en tejidos, provocando suspensiones, cierres de turnos, despidos masivos y pérdida de poder adquisitivo entre los trabajadores del sector.

Con la competencia desleal como telón de fondo —principalmente por el ingreso de productos asiáticos que representan el 70% del mercado de indumentaria—, las fábricas locales enfrentan un sobrestock que paraliza la producción y obliga a ajustes de personal.

Textilana, símbolo de una crisis anunciada

La emblemática fábrica Textilana de Mar del Plata, proveedora de marcas como Kosiuko y Mauro Sergio, es uno de los casos más dramáticos. Con una caída abrupta en ventas, la planta comenzó a aplicar una política de “despidos silenciosos”, afectando principalmente a trabajadores con menor antigüedad.

“La empresa optó por prescindir de trabajadores sin comunicar oficialmente los despidos”, denunció María Dematteis, delegada de la Comisión Interna. Esta estrategia busca evitar confrontaciones públicas, pero genera un profundo malestar entre los empleados, que ven reducida su fuerza laboral sin indemnizaciones ni explicaciones claras.

“Hay compañeros que hacen ocho horas más manejando Uber”

La situación se agrava por los salarios que no alcanzan a cubrir la canasta básica, lo que obliga a muchos trabajadores a buscar otras fuentes de ingreso fuera del horario laboral. “Hay compañeros que después de estar todo el día en la fábrica hacen ocho horas más manejando Uber”, relató Dematteis, reflejando el nivel de precarización que atraviesan.

Actualmente, la planta cuenta con menos de 200 trabajadores, cuando en sus mejores épocas albergaba a más de 300. En muchos casos, las desvinculaciones se dieron sin indemnización, y algunos empleados se vieron forzados a renunciar ante la imposibilidad de subsistir.

Miedo, soledad y un grito contenido

La falta de respaldo sindical efectivo y el temor a represalias limitan la capacidad de organización interna. La desinformación y la incertidumbre minan el clima laboral. “Sentimos que estamos muy solos, pero no queremos rendirnos”, expresó Dematteis, en un testimonio que desnuda la vulnerabilidad del colectivo obrero en un sector que históricamente fue generador de empleo industrial en el país.

Mientras la apertura importadora se intensifica y el Estado nacional recorta políticas de protección industrial, la crisis textil continúa dejando fábricas vacías y trabajadores al borde del abismo.