La planta de Toyota en Zárate, que hasta hace poco era presentada como ejemplo de cooperación entre empresa y gremio, enfrenta hoy una transformación profunda que encendió las alarmas en el movimiento obrero organizado. Según fuentes sindicales, desde la asunción del presidente Javier Milei se han perdido más de 700 puestos de trabajo en la automotriz japonesa, producto de despidos, retiros voluntarios forzados y salidas dirigidas a trabajadores con vinculación gremial.
Un giro drástico: de la producción récord al achique permanente
El “modelo Toyota”, que supo destacarse por su productividad y acuerdos flexibles entre la firma y el Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor (SMATA), ya no es el que fue. Durante años, la automotriz mantuvo una relación directa con los delegados, incluso negociando reorganizaciones horarias para sostener la producción de fines de semana sin conflictos.
Hoy ese modelo quedó sepultado. La caída de la demanda, la automatización de procesos y la incertidumbre por el contexto económico empujaron a la empresa a aplicar un ajuste sin precedentes. Desde diciembre de 2023, comenzaron los despidos “hormiga”, que se intensificaron en los meses siguientes, con una metodología diseñada para evitar la exposición pública: llamados antes del ingreso a turno, cesantías en medio del horario laboral, o notificaciones para “pasar por Recursos Humanos” con instrucciones de vaciar el locker.
La cifra de desvinculaciones supera los 700 casos, contando operarios, jerárquicos fuera de convenio y personal técnico. Todo bajo un clima de creciente temor dentro de la planta.
Ataque directo a la representación sindical
Uno de los aspectos más preocupantes para el sindicalismo es el ataque directo a la estructura de delegados. De los 70 representantes que SMATA tenía en Zárate, hoy apenas quedan 7 activos, y según testimonios internos, muchos de ellos ya no están presentes en la rutina diaria de planta.
El patrón de despidos no fue aleatorio: primero se desvinculó a delegados gremiales, luego a sus colaboradores cercanos, y más tarde a operarios con alguna conexión sindical previa. Ni siquiera las indemnizaciones agravadas previstas por ley para estos casos representaron una traba. “Para las cesantías, siempre hay plata”, sintetizó una fuente gremial.
Ajuste industrial en marcha y amenazas que se profundizan
El parate productivo de 17 días previsto para mitad de año anticipa una tercera ola de despidos, esta vez aún más numerosa. Los trabajadores temen que, tras esa pausa, la reactivación llegue acompañada de más achique. A esto se suma la inminente liberalización del mercado automotor anunciada por el gobierno nacional, que contempla la flexibilización de la importación de vehículos 0 km y usados. Esa medida podría acentuar aún más el impacto negativo en la industria local.
Toyota, que hasta hace poco era motor de crecimiento y exportación, parece hoy adaptarse a una nueva lógica empresarial: la del recorte permanente, la desindicalización y la precarización del empleo. El caso expone en carne viva cómo la actual política económica impacta directamente en las bases laborales, debilitando la organización colectiva y profundizando el deterioro del tejido industrial argentino.