Sin lugar en las listas nacionales, el movimiento obrero se encamina a la peor representación de la historia

Con solo tres lugares en el Frente Patria, se espera que apenas ocho representantes de los gremios sean parte del Congreso a partir del recambio. Este es el número más bajo desde 1973, y pone muy lejos la meta del 33 por ciento del primer peronismo.

Por Diego Lanese

Redactor de Data Gremial

Domingo, 27 de julio de 2025 10:00

En 1951, se reformó la Constitución de la provincia de Buenos Aires, como parte de las reformas que el primer peronismo estaba realizando en esos días. Una de las cuestiones incluidas en la nueva carta magna era que los legisladores sería elegidos de forma diferida: La mitad por elecciones tradicionales, y la otra mitad serían elegidos por las entidades profesionales y sociales, entre ellas los gremios. De esta forma, el movimiento obrero logró una importante participación en la legislatura y la vida política bonaerense. Para muchos, esta fue la única vez que se formalizó la idea de que la dirigencia sindical tenga el 33 por ciento de los lugares de las listas del Justicialismo, un mantra nunca escrito que sirve hasta hoy como máxima en la organización interna del movimiento. Para intentar llegar a este número, se realizaron varias pruebas, la principal la creación de las 62 Organizaciones Peronistas, brazo político de la CGT. En concreto, este anhelo nunca se logró, aunque hubo momentos donde hubo una representación mayor. En la actualidad, la cosa está muy lejos de llegar a ese ideal, más bien lo contrario. Todo hace indicar que luego de las elecciones nacionales de octubre, los sindicatos tendrán la peor representación legislativa en el peronismo desde 1973.

El camino hacia las elecciones nacionales de octubre está marcado con lo que suceda antes en la provincia de Buenos Aires, donde el peronismo logró unidad pero no demasiado consenso. En territorio bonaerense se logró “una nueva teoría de los tres tercios”, como le dijo a Data Gremial un dirigente del conurbano bonaerense.

Así lo reflejan las listas, donde el gobernador Axel Kicillof, el Frente Renovador de Sergio Massa y el kirchnerismo se repartieron los espacios de forma equitativa. Lejos quedaron los gremios, que salvo alguna rara excepción –como el candidato Pablo Boschi, de la CGT La Matanza, que está en el puesto 12 en la nómina de diputados provinciales por la Tercera Sección Electoral –no pudieron ocupar lugares para las elecciones locales. Si el antecedente se mantiene a nivel nacional, el movimiento obrero perderá mucho de la actual representación.

En el Congreso hay 10 legisladores de origen gremial, de los cuales cinco renuevan. Según las versiones que circulan, los dirigentes gremiales para logares “entrables” serías tres, uno para cada espacio del PJ. Así, los “dipu sindicalistas” serían siete.

A lo largo de la historia, esa intención no escrita del primer peronismo de tener un tercio de legisladores del movimiento obrero tuvo sus altibajos. En 1973, cuando el candidato Héctor Cámpora se impuso en los comicios que iniciaron el proceso de vuelta al país de Juan Domingo Perón y su posterior tercera presidencia, había 39 diputados sindicales. Durante el período 73-76, el sindicalismo contaba con esas casi 40 bancas en la cámara baja.

A partir de este dato, el punto alto en materia de representación, el dato fue empeorando. Entre 1983 y 1993 hubo 23 diputados sindicales (la presidencia del bloque del PJ era un sindicalista, el petrolero Diego Ibáñez); entre 1993-2003 fueron 17; entre 2003-2011 fueron 13; entre 2011-2019 bajaron a 12 y entre 2019-2023 cayeron a 10. A partir del 10 de diciembre, ese número será menor o igual, a menos que ingresen más desde otras provincias, algo que aún no está confirmado. Pero si se cumplen las proyecciones, serán ocho solamente, la representación más baja de la historia.

Los candidatos

Las versiones recogidas por Data Gremial hablan que al igual que las listas bonaerenses, a nivel nacional las tres principales referencias del peronismo repartirán espacios en los candidatos de la provincia de Buenos Aires. Allí sí habría gente de los gremios, que se fueron acercando a cada uno de los componentes en este tiempo. Kicillof recibió el apoyo explícito de la conducción de la CGT, a lo que se le debe sumar el respaldo que dieron las dos fracciones de la CTA.

De hecho, las seccionales bonaerenses de las centrales obreras plantearon multisectoriales en los territorios que respalden la gestión bonaerense, ante los ataques libertarios. Además, sectores combativos cegetistas están alineados con el kirchnerismo, quienes se movilizaron cuando Cristina Fernández de Kirchner fue condenada y detenida, algo que la mesa chica de la central obrera no hizo. En tanto, el massismo tiene buen diálogo con algunos de los gremios, pero no orgánicamente, sino por viejas relaciones personales. De este entramado de relaciones saldrán los tres nombres que se le daría al movimiento obrero si se confirma la estrategia.

Cómo era de esperarse, la danza de nombres se activó. Para representar a la conducción de la CGT sonó nada menos que Héctor Daer, que en los últimos tiempos tejió buenas relaciones con distintos funcionarios de la gobernación provincial, en especial Kicillof. Daer fue diputado nacional por el Frente Renovador en 2013, pero dejó el bloque en 2015 para apoyar la campaña de Daniel Scioli. En un momento de retirada –dejará la conducción de la CGT y de ATSA Buenos Aires –no parece ser el congreso su lugar. Por eso, para ocupar ese espacio surgió el nombre de Hugo Antonio Moyano, el abogado laboralista hijo del líder camionero, que en las últimas semanas ganó protagonismo. En tanto, según suena el kirchnerismo estaría pensando en Sergio Palazzo (bancarios) o Abel Furlán (UOM); y Sergio Massa en Omar Plaini (canillitas) o Carlos Acuña hijo (estaciones de servicio).

Margen de maniobra

De confirmarse esta hipótesis, y aun si los tres ingresaran, la cifra no alcanzaría para mantener el número actual de 10 diputados sindicales. Varios mandatos vencen el 10 de diciembre: Palazzo, Vanesa Siley, Hugo Yasky, Pablo Carro y Alejandro Vilca, entre otros. El panorama en el Senado es aún más crítico. Ninguno de sus 72 miembros proviene del sindicalismo. El último fue Guillermo Pereyra, petrolero del Movimiento Popular Neuquino. La reducción de bancas limita la capacidad de la CGT de influir en debates clave como la reforma laboral. Con un Congreso donde el oficialismo proyecta sumar más bancas, los proyectos que afectan directamente a los trabajadores podrían tener mayor probabilidad de avanzar sin una oposición sindical sólida.

La exclusión de gremialistas de las listas generó reclamos en la mesa chica de la CGT, donde se cuestionó al peronismo por dejar fuera al sindicalismo de la estructura de poder electoral. El viernes anterior, referentes cegetistas se habían reunido con Kicillof en La Plata, donde escucharon la promesa de “una participación amplia y activa”. Esa participación no se concretó. Una de las cuestiones que se escucharon fueron el avance de los grupos “disidentes” a la conducción de la CGT, como el Frente multisectorial por la Soberanía, el Trabajo Digno y los Salarios Justos. En una reciente reunión, se los acusó de tener “un discurso anti CGT”, que entorpece el diálogo directo con la política.

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