La histórica empresa láctea La Suipachense, con más de 75 años de trayectoria en la ciudad bonaerense de Suipacha, en el centro de la provincia de Buenos Aires, atraviesa una crisis sin precedentes, numerada en atrasos salariales, deudas millonarias y un derrumbe en la producción. En este contexto, los 140 empleados decidieron asumir la administración de la planta con el respaldo del gremio ATILRA, en un intento por sostener las operaciones básicas y garantizar el pago de haberes.
La empresa, de capitales venezolanos, calificó la medida como una “toma forzada” y advirtió sobre las consecuencias, mientras la producción se desploma. En su mejor momento, la planta procesaba 250 mil litros de leche diarios; hoy apenas recibe 40 mil litros, con un fuerte recorte en el abastecimiento de los tambos proveedores.
La situación financiera es crítica. Según datos difundidos por el diario La Nación, la fábrica necesita alrededor de 3 mil millones de pesos mensuales para funcionar, pero sus ingresos rondan los 500 millones de pesos, lo que vuelve imposible cumplir de manera simultánea con los trabajadores y con los productores. De los 180 tamberos que abastecían a la compañía, apenas 40 siguen entregando leche, mientras crecen los temores por un corte de electricidad y gas por falta de pago.
Historia
La Suipachense nació como cooperativa el 9 de junio de 1947 y desde 1961 comenzó a industrializar leche. “Este es un grupo venezolano que siempre fue muy particular para manejar la empresa; era raro porque siempre tenían algún conflicto, se atrasaban en los pagos y después volvían a pagar”, explicó una fuente al tanto de los manejos internos. La alianza posterior con Vicentin para producir alimentos refrigerados también fracasó.
Desde el gremio ATILRA confirmaron: “La empresa está muy atrasada con los salarios y tiene serios problemas. Los trabajadores cuando no se les paga tienen derecho a no trabajar”. Además, proveedores e insumos críticos dejaron de entregarse por falta de pago, comprometiendo la operación diaria. Carlos Fernández, delegado del grupo empresario, denunció: “Hay una toma forzada y muy perjudicial por parte del gremio, con apoyo de algunos trabajadores, que se apropiaron de las operaciones comerciales, financieras y logísticas usurpando la planta”. Y fue más allá: “No dejan salir a los gerentes de la fábrica y los amenazaron”.
Fernández explicó que el impago de sueldos corresponde únicamente a julio: “Nos llama la atención esta toma cuando solo está incompleto el pago de haberes de julio, que se debería haber abonado el 7 de agosto y no se pudo completar”. Según él, el sindicato se apoderó de los recursos y dejó de pagar a los productores.
Impacto
El impacto se siente también en la comunidad. Con 12 mil habitantes, Suipacha depende en gran parte de la planta, que funciona como motor económico local. Comercios y proveedores han restringido el crédito, y el temor a un cierre definitivo crece día a día. “Para el pueblo, el cierre sería un golpe durísimo”, advirtieron desde el gremio. En este escenario, el futuro de La Suipachense parece atado a la llegada urgente de un inversor que inyecte capital. Mientras tanto, trabajadores y vecinos coinciden en que la planta está en una cuenta regresiva de apenas dos semanas.
El panorama se agrava con la amenaza de corte de electricidad y gas natural. “Seguro que le van a cortar la luz, el gas natural —que es la energía que se usa acá—, sé que están atrasados con las empresas y se lo van a cortar en cualquier momento. Ahí ya está, se acabó”, advirtieron.