Federico Giuliani: “Soy un perseguido de la justicia y el primer detenido político de Martín Llaryora”

Luego de su violenta detención, el titular de ATE Córdoba dialogó con Data Gremial de los días en la cárcel, la solidaridad de los detenidos, y como los poderes en esa provincia buscan criminalizarlo. Destacó la reacción de su gremio y la CTA Autónoma, que logró la liberación.

Por Diego Lanese

Redactor de Data Gremial

Martes, 09 de septiembre de 2025 10:00

Para Federico Giuliani, su cumpleaños del viernes pasado no fue uno más. No tanto por los años cumplidos, sino por el hecho que pocas horas atrás, estaba detenido en un penal de máxima seguridad. “Pensé que iba a festejar preso”, confesó el titular de ATE Córdoba, que fue violentamente detenido luego de una protesta en la capital provincial, en una jornada cargada de violencia. Junto a otros dirigentes gremiales y sindicales, Giuliani fue apresado por reclamar alimentos para los sectores más  postergados, y por el accionar policial sufrió la fractura del codo. En esas condiciones, pasó un día esposado a una cama, sin recibir comida ni agua, en condiciones calificadas como inhumanas. Al ensañamiento policial le siguió el judicial, que lo trasladó al Penal de Bower, donde compartió pabellón con presos comunes. Allí, en el Módulo I, recibió las muestras de solidaridad que las instituciones provinciales le negaron. Afuera, la movilización popular encabezada por su gremio y la conducción nacional, junto a la CTA Autónoma, logró su liberación. Justo para compartir su cumpleaños en familia.

Giuliani sabe de cárceles, que contienen luchadores populares. Su padre, Juan Carlos “Pipón” Giuliani, estuvo detenido ocho años en la última dictadura, por su militancia política. A cada penal que era trasladado, Federico iba a visitarlo. Por eso estas situaciones no lo amedrentan. Tampoco las cuatro causas judiciales abiertas en su contra por el fiscal Ernesto de Aragón, a quien acusan de tener “un ensañamiento” contra el también titular de la CTA Autónoma cordobesa. “Soy una piedra en el zapato de los poderosos de Córdoba”, aseguró. Pese a esto, aclaró que no se siente “un héroe”, y destacó la organización colectiva como la única forma de enfrentar estas situaciones. En esta charla con Data Gremial, Giuliani contó la experiencia de la cárcel, analizó la situación provincial, y apuntó contra el gobierno de Martín Llaryora: “Existe un estado de excepción”.

-Comencemos por el final, ¿cómo viviste estos días posteriores a tu liberación?, ¿qué sensación tenés de todo lo sucedido?

-La primera sensación que uno siente es que el Poder Judicial, el poder político y el poder económico están ligados, y oprimen. Y esto nos muestra la asimetría en la pelea que tenemos cotidianamente. Uno dimensiona a partir de esto que sucedió, que hay una verticalidad enorme entre quienes tienen el poder real, y todas las herramientas represivas que tienen para imponerse ante quienes queremos construir poder popular. La otra sensación que me quedó es que vos entrás vivo al Servicio Penitenciario pero no sabés si salís vivo. Y esto no sólo tiene que ver con el trato del personal, o el abuso institucional permanente, sino que en la cárcel se vive como en la dictadura. La matriz sigue siendo esa, las condiciones de vida son indignas, las condiciones sanitarias lo mismo, la atención en salud no existe, entonces por cualquier problema que tenés, ponés en riesgo tu vida.  A contrapeso de estas dos cuestiones, estoy conmovido por las muestras de solidaridad que se dieron. Incomunicado no terminé de dimensionar lo que sucedió con mi detención, la movilización popular en Córdoba y en otras partes del país. Recibí mucho afecto y mucho cariño, los abrazos cuando salí. Esto genera un tejido humano alrededor mío y de mi familia, de contención, muestras de afecto de amigos y compañeros que muestran que no todo está perdido, en un contexto de tanta dificultad. Todo cruzado por una sensación de injusticia: fui a reclamar comida y terminé en un penal. El poder quiere disciplinarnos, hacernos creer que cometimos un delito.

-¿Cómo fueron los días de detención, cómo la pasaste, en qué pensabas?

-Al principio, la pasé muy mal porque tuvimos prácticamente una emboscada. Nos llevaron a un lugar con la excusa de que íbamos a negociar nuestros reclamos con funcionarios,  y ahí nos privaron ilegítimamente de la libertad. Nos tuvieron literalmente secuestrados una hora, en un edificio público. En el contexto de la detención me fracturaron el codo, en una maniobra traicionera y con el propósito de lesionarme. A partir de esto estuve tres horas esposado con el brazo fracturado en la guardia de un hospital público. Por suerte hubo enfermeros que tuvieron mucha humanidad y me ayudaron a pasar el dolor. Después me tocó pasar una noche de terror... Me tuvieron esposado 24 horas como si fuera un delincuente peligroso, la policía me custodiaba todo el tiempo, desfiló la cúpula de la fuerza provincial. Me sentí como un trofeo de guerra para ellos.

-A partir de allí te llevan a una cárcel común

-Fue un derrotero tremendo, el ingreso al sistema penitenciario, me llevan a una cárcel de máxima seguridad, en un pabellón común con presos comunes. Pero ahí adentro encontré gestos de mucho compañerismo y solidaridad. En el Módulo I me trataron excelente, lo digo sin ningún pudor. Llegué después de 48 horas sin comer ni tomar agua, y me dieron todo: me asistieron con ropa limpia, comida, me enseñaron como moverme en el lugar, me cuidaron. Me encontré con un sistema penitenciario dictatorial, con trato inhumano, que tienen el 60 por ciento de los presos sin condena, que están ahí por las dudas. Por eso decimos que en Córdoba existe un estado de excepción: te meten preso inocente para después demostrar que sos culpable, con una violación permanente de los derechos humanos. Pero en ese contexto encontré mucha humanidad, mucha banca a la lucha que venimos haciendo, me dieron fuerza y la posibilidad que me visite mi familia. Desde afuera se prejuzga a quienes están detenidos, y hay mucha injusticia en los penales cordobeses.  

Persecución y reacción

-El abogado del ATE habló de cuestiones personales de la justicia con vos, ¿te sentís perseguido?

-Uno es una piedra en el zapato de los poderosos de Córdoba, desde ATE y la CTA Autónoma estamos todo el tiempo peleando por la justicia social, y esos nos llevó a estar enemistado con la justicia cordobesa, que suele ser dócil con los poderosos y fuerte con loa débiles. Hay un proceso de criminalización de la protesta y judicialización de los luchadores populares desde antes que asuma Javier Milei, yo tengo dos causas del 2023, cuando gobernaba Juan Schiaretti en Córdoba y Alberto Fernández en el país.  Ya desde ese momento empezó una persecución a un gremio que no es obsecuente ni al estado cordobés ni a los grupos económicos. Esa postura hizo que en este tiempo el fiscal Aragón, con mucho ensañamiento, me haya sacado cuatro celulares, tres míos y uno de mi hijo más chico. Además, sufrí allanamientos en mi casa, cuatro causas abiertas, y ahora esta situación. Hay una persecución constante, la vivo, la siento, el hostigamiento de la policía cada vez que hacemos una actividad con ATE, o en mis traslados, que eran un despliegue más parecido a un show. Todo eso atenta contra mi integridad, hoy siento que soy un perseguido de la justicia cordobesa y el primer detenido político desde que asumió Martín Llaryora.  

-Imagino que estás conforme con la reacción de tu gremio en particular y el resto de los gremios de la CTA Autónoma

Estoy orgulloso de ATE y la CTA Autónoma, no esperaba menos. Pero una cosa es pensarlo y otra que ocurra. Mi sindicato lanzó un paro nacional por mi liberación. Eso es muy fuerte, como todo el proceso de movilización que permitió que hoy yo esté en libertad. Si fuera por el fiscal de Aragón estaría preso. La red de solidaridad que se montó es impresionante, hoy la dimensiono y creo que van a quedar para la historia. Fue central la reacción de Rodolfo Aguiar, nuestro secretario general, que estuvo de inmediato en la provincia, porque ordeno el plan de lucha. Igual quiero destacar que en esta lucha no hay héroes individuales, cuando uno es la cabeza de un sindicato piensa que no hay más que héroes colectivos. Los compañeros estuvieron a la altura de las circunstancias, y pusieron en marcha un mecanismo de lucha coordinado con ATE nacional, lo que demuestra que lo importante no es crear liderazgos personales sino conducciones colectivas. Eso es muy importante, armar equipos, cuadros, construir un proyecto colectivo.

-Venís de una tradición familiar y personal vinculada a la actividad sindical, ¿este es el peor momento que recordás para ser dirigente gremial?

-Vengo con un ADN vinculado a la militancia. Mi viejo estuvo ocho años preso en la dictadura, y luego siguió su actividad en el gremio de prensa de Córdoba y en la CTA. Mi abuelo era militante peronista también, médico de pueblo que me enseñó a pelear por las causas justas. En estos momentos el sindicalismo está estigmatizado, y también hay una crisis de representatividad en la dirigencia. Así como hay ejemplo de dirigentes que son empresarios, están burocratizados, hay muchos otros que son honestos y combativos, y esa mirada hay que recuperar. Tenemos que recuperar el sindicalismo de base y combativo, con una mirada antifascista y antiimperialista, y que haga política, pero no partidaria, sino la que permita dar vuelta esta historia y aporte a lograr la justicia social.  Hoy es un momento de desafío en la perspectiva del recambio generacional, es fundamental la renovación porque hoy las estructuras sindicales no representamos a la mayoría de la fuerza laboral. Si bien en Argentina tenemos números de sindicalización importantes, por encima de la media de la región, hoy el nuevo sujeto trabajador no tiene la perspectiva de un trabajo como era antes.

-¿Cómo se abordan estas nuevas formas de trabajo?

-El famoso emprendedurismo es una forma de precarización “al palo”. Y como decía, ese sujeto laboral hoy no está contenido en las viejas estructuras. Ya tenemos dos generaciones que trabajan por fuera del ámbito de los derechos laborales, ya sean sin vacaciones pagas, obra social o aporte jubilatorio. Hoy eso hace que el sindicalismo quede limitado a esa porción que todavía tiene un trabajo en blanco o contratado, y todo el resto queda por fuera. El desafío es construir una herramienta gremial que dé cuenta de ese nuevo sujeto, que hoy no podemos representar.

Realidad provincial

-En estos días se habló de la responsabilidad del gobernador Martín Llaryora, de su gestión, en la represión de la protesta social. ¿Ustedes ven un paralelismo con lo que pasa a nivel nacional con las provincias, los gobernadores son cómplices del ajuste?

-Llaryora es Milei, y la justicia cordobesa no es neutral, sino adicta al poder. No nos cabe la menor duda que en mi persona y la persecución que vengo sufriendo hay un rol central del ministro de Seguridad Juan Pablo Quintero, que es un émulo de Patricia Bullrich, y del gobernador, que es el máximo responsable de las fuerzas represivas del Estado.  Por un tiempo sui un preso por razones políticas, y esto habla que hay un proceso de avanzada en la criminalización de la protesta y de la judicialización de los luchadores. Este es un modelo que en córdoba no cierra sin palos, es la provincia más desigual de la Argentina y ante el conflicto que se plantea esta es la respuesta, no resolver los problemas de la gente sino reprimirla. En general, los gobernadores aprovecharon el ajuste de Milei para hacer lo mismos en las provincias, ese derrame ocurrió. Se agarraron de eso para despedir y ajustar. Además sin esos gobernadores que le dieron gobernabilidad Milei no habría durado, porque le votaron todo al principio, en especial la Ley Bases, que es la madre del saqueo.

-¿Cuál es la realidad social y laboral de Córdoba, qué quedó de ese gran cordón industrial?

-Esa Córdoba industrial ya no existe. El “industricidio” comenzó con la última dictadura militar y con esto se perdió la organización de una clase obrera no sólo organizada sino además muy combativa. Incluso antes comenzó esto, con el “navarrazo”, el golpe policial que derrocó en 1974 al gobernador Ricardo Obregón Cano le dio vía libre a la represión parapolicial, dos años del golpe genocida. Es decir, las condiciones de exterminio de la dirigencia sindical de Córdoba arrancó dos años antes, y con la reapertura democrática nueva se recuperó. Además, la matriz productiva de la provincia cambió, ese intento de industrializarla hasta fines de los 70 se terminó cuando José Martínez de Hoz dio de baja la IMA, estandarte de ese proceso. El cierre de esa fábrica simbólicamente significó que el resto de las fábricas se fuera achicando o yendo del país, con lo cual, ese cordón industrial no existe más, y dejó huellas en lo social, con asentamientos precarios, desocupación, pobreza y hambre. Hoy la producción está vinculada al agronegocio y a la cuestión de la energía, que no genera valor agregado. Lo poco que quedó está siendo acabado por el modelo de Milei.

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