Puede una cumbre modificar de manera visible la relación de poder entre dos potencias? El más reciente Informe Semanal de Geopolítica de la Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadores Estatales (CLATE) sostiene que sí. Y que justamente eso dejó al descubierto la reunión entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su par chino, Xi Jinping: por primera vez, Washington se vio obligado a negociar en términos de paridad con Beijing.
El análisis remarca que el tiempo jugó a favor de China, que no llegó a la cumbre con urgencias ni necesidad de acelerar un acuerdo, mientras que Trump no consiguió imponer condiciones de manera unilateral. El informe destaca que esta nueva fortaleza china se apoya en tres pilares estratégicos.
1. Dominio de los minerales críticos: el talón de Aquiles del Pentágono
China controla el 60% de las reservas globales de tierras raras y procesa el 90% de estos minerales clave, fundamentales para la industria tecnológica y militar. La dependencia es tal que incluso compromete la capacidad del Pentágono para producir armamento estratégico.
Este punto, explica el informe de CLATE, se convirtió en el eje duro de la negociación: sin tierras raras, Estados Unidos enfrenta un cuello de botella estructural que no puede resolver en el corto plazo.
2. Poder de represalia comercial: de la soja a la tecnología
El segundo factor que inclinó la balanza fue la capacidad china de ejercer presión directa sobre sectores sensibles de la economía y la política estadounidense.
El informe detalla dos resortes centrales:
- La amenaza de suspender la compra de soja estadounidense, afectando de lleno a la base agrícola y electoral clave para Trump.
- Las prohibiciones a la exportación de tecnologías avanzadas, un mecanismo que Washington históricamente aplicó contra Pekín, pero que ahora China utiliza como respuesta.
3. Un acuerdo corto que revela la nueva correlación de fuerzas
La cumbre concluyó con un acuerdo de apenas un año de duración, definido por CLATE como una “tregua momentánea”.
Los puntos principales fueron:
- Estados Unidos redujo aranceles del 57% al 47%.
- China se comprometió a mantener el suministro de tierras raras.
- Ambos países avanzarán en compras mutuas de tecnología avanzada.
La agenda por omisión también fue reveladora: no hubo menciones a Taiwán ni a las presiones estadounidenses sobre el petróleo ruso, temas que Trump había convertido en ejes de su política exterior.
Pese a las restricciones que impulsa Washington, China hizo un gesto cooperativo: redujo aranceles a componentes farmacéuticos utilizados por la industria estadounidense.
Un G2 que desplaza al G7
El informe subraya una frase significativa: Trump describió el encuentro como un “G2”, una forma de reconocer —aunque sea a regañadientes— que la relación bilateral supera en peso al propio G7 y al G20.
Aun con la disminución arancelaria pactada del 10%, China conserva suficiente competitividad para sostener su presencia en el mercado estadounidense. Pero el dato más relevante es otro: en los últimos cinco años, el comercio chino con el Sur Global superó al que mantiene con el Norte, reduciendo así su dependencia de las economías occidentales. Además, el intercambio comercial entre China y EE.UU. hoy representa la mitad de lo que significaba hace veinte años.
Lectura sindical: un mundo que se reordena
El Informe de CLATE destaca que esta cumbre revela un cambio estructural en el tablero global: China ya no es un actor emergente sino una potencia consolidada que disputa reglas, mercados y tecnología en pie de igualdad.
Para el movimiento sindical latinoamericano, comprender este escenario es clave: el reordenamiento internacional impacta en la industria, el empleo, los recursos estratégicos y la soberanía económica de la región.
CLATE, con esta quinta entrega de su informe semanal, vuelve a poner la geopolítica al alcance de los trabajadores.