Este jueves 18 de diciembre se cumplen diez años de la muerte de Norberto “Beto” Imbelloni. Dirigente sindical metalúrgico, militante peronista, funcionario, diputado nacional y protagonista de algunos de los episodios más ásperos y recordados de la política argentina del siglo XX, su vida reúne mito, lealtad, convulsión de época, lucha y cultura popular. Una historia que excede largamente la anécdota y que sigue interpelando al presente.
Sindicato, calle y formación política
Imbelloni se formó en la militancia sindical desde joven. Fue delegado de la UOM en la fábrica SIAM y se curtió en una cultura obrera donde la representación no se aprendía en manuales sino en la asamblea, el conflicto y la lealtad personal. Esa matriz de origen lo acompañó toda la vida y definió su modo de hacer política.
Con el tiempo ocupó cargos en los gobiernos de Juan Domingo Perón y de Isabel Perón, y tras el regreso a la democracia en los 80 llegó a la Cámara de Diputados. Desde allí defendió una visión ortodoxa del peronismo y luego ya en los 90 siempre mantuvo una posición crítica de las políticas de privatización y extranjerización que sufrió el país en ese período.
El mito del Caballero Rojo: política, espectáculo y construcción del personaje
Después de iniciar su etapa sindical y antes incluso de que su nombre quedara asociado a los grandes episodios de la política, alrededor de Norberto Imbelloni empezó a circular un relato que él mismo jamás se preocupó por desactivar: su supuesta encarnación del Caballero Rojo de Titanes en el Ring. El Beto dejó correr esa versión, la toleró, la alimentó con silencios y sonrisas cómplices, y la incorporó a su identidad pública.
Rosendo García: la trifulca y una marca de época
El asesinato de Rosendo García, ocurrido en 1966 en la confitería La Real, es uno de los episodios más crudos de la historia del sindicalismo peronista. Norberto Imbelloni estuvo presente en aquella trifulca, una circunstancia que lo acompañó como una sombra durante décadas.
Con el tiempo, la conjetura elaborada por el periodista y escritor Rodolfo Walsh en su libro “Quién mató a Rosendo” es que el propio Vandor disparó el arma que asesinó por la espalda a García, que venía en ascenso en la UOM y ponía en peligro la hegemonía vandorista.
La presencia de Imbelloni en el lugar fue utilizada muchas veces para cargarle responsabilidades que no le correspondían, en una época donde la violencia política funcionaba como lenguaje cotidiano.
Perón e Isabel y la Ley de Abastecimiento en acción
Durante el último gobierno de Juan Domingo Perón y luego bajo la presidencia de María Estela Martínez de Perón, Imbelloni ocupó cargos en el Estado nacional. En ese período se desempeñó como Director General de Saneamiento, quedando a cargo de aplicar la Ley de Abastecimiento, sancionada en 1974 y derogada el año pasado.
En los meses finales de aquel gobierno, Imbelloni tuvo bajo su responsabilidad los operativos de control e incautación de mercadería a quienes violaban la norma. Con camionetas oficiales, el funcionario llegaba a comercios mayoristas, verificaba los precios de productos esenciales —pollo, carne, huevos, azúcar— y, cuando detectaba valores por encima del precio de referencia oficial, incautaba la mercadería, que luego era vendida directamente al público.
Aquellos operativos condensaron una forma de entender el rol del Estado: intervención directa, presencia territorial y decisión política para garantizar el acceso a los alimentos. Para Imbelloni, no se trataba de una tarea administrativa sino de una acción concreta en defensa del consumo popular.
Herminio Iglesias y el cajón de la UCR
Otra imagen de Imbelloni que quedó en la memoria colectiva fue la del cajón de la Unión Cívica Radical incendiado durante el cierre de campaña del peronismo en 1983, en la Avenida 9 de Julio ante un millón de personas. En ese acto, Norberto “Beto” Imbelloni fue el portador del encendedor que prendió fuego el féretro simbólico del radicalismo.
El episodio estuvo íntimamente ligado a su relación con Herminio Iglesias, histórico dirigente peronista bonaerense, ex intendente de Avellaneda (1973-1976) y su compadre, a quien acompañó activamente en la campaña a la gobernación de la provincia de Buenos Aires.
La derrota frente a Alejandro Armendáriz marcó un antes y un después para ese peronismo ortodoxo, del que Imbelloni fue uno de sus exponentes más visibles. Aun así, nunca renegó de esa pertenencia ni de la lealtad personal y política hacia Herminio, a quien defendió incluso cuando gran parte del movimiento tomó distancia.
Diputado nacional y la causa Papel Prensa
En su paso por el Congreso, Imbelloni tuvo un rol político que muchas veces queda eclipsado por los gestos más estridentes. Fue uno de los primeros diputados en impulsar la investigación parlamentaria sobre la apropiación de Papel Prensa, denunciando el entramado de poder económico y mediático construido durante la última dictadura.
Ese posicionamiento lo colocó en tensión con los grandes grupos empresarios y reafirmó su perfil de dirigente dispuesto a confrontar con los poderes reales, aun cuando eso implicara costos políticos y personales.
Paraguay, Beto’s y un repliegue
A mediados de los años ’80, en el contexto de la reactivación en democracia de la causa judicial por el homicidio de Raúl Cuervo, custodio del sindicato del plástico, Imbelloni decidió trasladarse a Paraguay. Se trató de un repliegue personal.
En Asunción abrió una pizzería–rotisería llamada Beto’s, que funcionó como medio de subsistencia y punto de encuentro, lejos de la centralidad de la política argentina. Permaneció en el país vecino hasta 1990, manteniendo un bajo perfil, pero sin renegar nunca de su identidad peronista.
El regreso y Devoto
Tras su regreso a la Argentina, la causa judicial volvió a activarse e Imbelloni fue detenido. En ese marco pasó por la cárcel de Devoto, donde estuvo alojado en el denominado pabellón VIP.
Durante ese período compartió encierro con figuras conocidas como el ex director técnico Héctor Veira, el ex juez Remigio González Moreno, el exfuncionario menemista involucrado en el “Yomagate” Mario Caserta y el ex dueño del diario La Razón, José Pirillo. El Beto solía narrar esa experiencia sin victimización, como parte del precio de haber sido protagonista de una época áspera.
Julio Bárbaro: el amigo y el intérprete
Quien mejor sintetizó al personaje fue Julio Bárbaro, dirigente, ex diputado, escritor y politólogo, y amigo personal de Imbelloni. En sus textos y recuerdos, Bárbaro lo retrató como un hombre surgido verdaderamente de abajo, ajeno a la impostura.
“Venían de abajo en serio, no se habían criado en las bibliotecas, ni siquiera sabían dónde quedaban. Eran duros, forjados en la vida, con poco o nada en sus infancias”, escribió Bárbaro al evocarlo.
En otro pasaje, lo definió como parte de una generación que expresaba “la cultura de la calle, la de la noche, la del dolor”, una forma de hacer política hoy casi extinguida. Para Bárbaro, Imbelloni representaba una ética sin maquillaje: “Yo siempre estoy con los que son menos”, recordaba que decía el Beto con su característica voz ronca, como síntesis de su posicionamiento vital.
Más allá de los recuerdos puntuales, Bárbaro destacó su coherencia: un dirigente capaz de sostener sus lealtades incluso cuando el clima político empujaba a la deserción o al oportunismo.
Un personaje de otra Argentina
A diez años de su muerte, Norberto “Beto” Imbelloni sigue siendo un personaje fascinante. Con luces y sombras, efervescencias y convicciones, encarnó un peronismo sin corrección política, sin cálculo fino y sin vergüenza de su origen.
Su historia, atravesada por mito, enfrentamientos, lealtad y política real, pertenece a una Argentina que ya no existe, pero cuya memoria sigue siendo indispensable para entender de dónde venimos y por qué el movimiento obrero y el peronismo fueron —y siguen siendo— una identidad política tan arraigada en Argentina.