Desde hace años, nuestro país viene siendo gobernado por dirigentes políticos marcadamente antiobreros, tanto a nivel nacional como provincial y municipal.
A través de medidas gubernamentales —incluidos decretos— y también legislativas —como leyes—, estos gobiernos han avanzado en el recorte de derechos históricos conquistados por la clase trabajadora y por los jubilados. En muchos casos, se trata de políticos abiertamente cipayos y entreguistas, que priorizan intereses extranjeros por encima de los intereses nacionales en el plano laboral.
Todo esto ocurre con total impunidad, debido a la ausencia de una dirigencia sindical mayoritaria que sea realmente combativa e independiente de la política partidaria.
Conducciones sindicales sin compromiso con las bases
Hoy abundan las conducciones sindicales dirigidas por pseudo sindicalistas tibios, sin compromiso real con las bases. Peor aún: hay dirigentes que se autoperciben como opositores, pero que en la práctica terminan siendo más funcionales al oficialismo que los propios oficialistas. En campaña critican, pero en la gestión acompañan.
Son estructuras sindicales alineadas políticamente, más preocupadas por sacarse fotos con funcionarios que por estar junto a los trabajadores que dicen representar. En muchos casos, además, se trata de dirigentes condicionados judicialmente, que se aferran a sus cargos en lugar de dar un paso al costado hasta que la Justicia determine su situación. Mientras tanto, arrastran al conjunto del gremio en su conflicto personal.
Un modelo que empobrece y entrega derechos
Este es el caldo de cultivo para la entrega sistemática de los derechos laborales en manos de gobiernos que avanzan sin freno, aplicando modelos económicos antiobreros. ¿De qué estamos hablando? De ajuste salarial, paritarias a la baja, pérdida de derechos laborales y convencionales, despidos masivos, avance de la tercerización, precarización con figuras como contratados y pasantes, ajuste a los jubilados, leyes de recorte en sus haberes, eliminación de beneficios sociales y privatizaciones, entre muchas otras políticas regresivas.
Hoy tenemos una CGT nacional —y también sus seccionales provinciales— convertida en una estructura vacía, una cáscara sin contenido. Hay personas que ocupan cargos sin gestión ni representación real. Dirigentes que solo están para calentar sillas.
Hora de dar paso a una nueva generación sindical
Esta es la cruda realidad que atraviesan las y los trabajadores en la Argentina. Dirigentes sindicales que hace décadas deberían haberse retirado, pero que continúan siendo el principal obstáculo para que nuevas generaciones puedan conducir el recambio necesario. Se necesita con urgencia que cuadros jóvenes, preparados y con compromiso, especialmente menores de 45 años, asuman ese desafío.
La coyuntura local, provincial y nacional exige la aparición de nuevas conducciones gremiales combativas, con capacidad de gestión, formación y, sobre todo, independencia política. Para que cuando sea necesario impulsar planes de lucha, estos se definan desde las bases y no desde cúpulas desacreditadas, y se obtengan verdaderos resultados.
El camino a seguir lo marcaron grandes líderes sindicales como Agustín Tosco, Atilio López, René Salamanca y Saúl Ubaldini.
Aún quedan referentes valiosos, como Sergio Palazzo (bancarios), Daniel Yofra (aceiteros) o Pablo Moyano (camioneros), entre otros. La tarea urgente es multiplicar esos liderazgos y construir un sindicalismo de lucha, con y para la clase trabajadora.